GASTRONOMÍA HISTÓRICA DE MÉXICO

Friday, December 16, 2005

Resulta imposible establecer con certeza de dónde llegaron y a dónde se fueron los constructores y habitantes originales de la gran Teotihuacan. Tan sólo es un hecho material manifiesto que durante un período de mil años, que discurrió, allí, en ese punto del noreste de la gran cuenca del sistema lacustre de Texcoco, entre el año 200 antes de nuestra era y el año 900 de ésta. Más complicado aún resulta tratar de establecer con claridad cuáles fueron las razones y motivos por los que principio y fin ocurrieron. ¿Por qué llegaron allí? ¿Huían de los efectos destructivos de la erupción del volcán Xitle? ¿Les hizo desaparecer la guerra y su rapiña? ¿No terminaron por equivocarse en algo, por ejemplo en cuestiones de higiene, o en cuestiones de distribución y reparto de la riqueza social? ¿Huyeron de ahí o fueron exterminados por completo? En las ruinas actuales hay marcas de incendios; pero es imposible establecer cómo, cuándo y por qué pudieron ocurrir. También se puede pensar que esos incendios los causaron sus habitantes, conscientes de ello, quizá como un intento por purificar zonas contaminadas por la enfermedad o algo parecido. Puede ser que, de pronto, no pudieran controlar esos incendios, que entonces se extenderían sin control hasta alcanzar toda la ciudad. Y así sucesivamente. Se pueden pensar muchas cosas sobre el principio y el final de Teotihuacan y sus habitantes. Pero poco se puede decir de cierto sobre todo ello.

No existen suficientes elementos para suponer que la gente teotihuacana haya desarrollado una verdadera escritura gramatical, como sí lo hicieron los pueblos mayas y los zapotecas. Por ello cuesta mucho trabajo ingresar en su auténtico pensamiento. En Teotihuacan únicamente encontramos huellas de proto-escritura iconográfica. Vemos “pinturas” pero no encontramos “libros”, o sea, vemos algo así como fotos pero nos hace falta algo como pies de foto para entender qué es de verdad lo que allí se ve; no hay nada que pueda servirnos como medio para ingresar en el significado de su lengua y discurso de Teotihuacan, nada. Por tanto, hay que reconocer que tenemos ontológicamente negada la comprensión efectiva del espíritu de la gente teotihuacana, ya que nada firme podemos descifrar sobre su sociocultura si no podemos saber ni cómo hablaban y en qué pensaban de verdad, porque lo mejor del pensar humano se cifra justamente en el poder de síntesis de las palabras. Tratar de entenderles hoy día por sus ruinas y restos de iconografía significa tener que especular mucho y siempre correr el riesgo de malinterpretarlo todo con nuestra ideología pequeño-burguesa occidental, tan marcada, además, por la ilustración insuficiente del cuadro hispano-católico, más sus retumbes priistas y lo que todavía sigue, cosa imposible de abandonar sin corrernos el riesgo de ir a dar a un sanatorio psiquiátrico. Pues, con las imágenes que hoy contamos, fragmentos, meros fragmentos del pasado teotihuacano, no podemos ingresar con certeza razonable y bien argumentada a su pensamiento esencial. No podemos observar su mundo desde su punto de vista. Sólo lo podemos imaginar. Y así es como van a estar las cosas ya quizá para siempre con Teotihuacan, pues nos enfrentamos de verdad a una lengua por completo perdida, que es algo bastante más grave que tener sólo una lengua muerta. Casi todo se reduce a tratar de extrapolar algunas “verdades” y “sospechas” provenientes de esa gran construcción ideológica que hoy día conocemos como Mesoamérica, que en realidad es una invención de los arqueólogos de mediados del siglo XX, llena de incongruencias, inconsistencias e irrealidad. Pero el único modelo razonable y firme para intentar descifrar estas socioculturas muertas y convertidas en ruinas muy fragmentadas, indescifrables.

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