GASTRONOMÍA HISTÓRICA DE MÉXICO

Friday, December 16, 2005

La información arqueológica hoy día existente ubica lo orígenes de la fundación de esta gran ciudad de Teotihuacan seiscientos años antes de la era actual, aunque la ocupación humana de la región, como dejan ver los restos encontrados muy cerca de allí, en Tepexpan, Estado de México, tiene más de diez mil años cuando menos. Pero su hora de mayor brillo urbano parece que ocurrió unos mil años después de su fundación, ya durante nuestros siglos V al VIII, período correspondiente a la alta edad media europea, hora en que la gran Teotihuacan llegó a tener más de cien mil habitantes, situados todos ellos dentro de un espacio de más de veinte kilómetros cuadrados. Un espacio con los centros simbólicos de lo que denominamos La Ciudadela, La Calzada de Los Muertos, la Pirámide del Sol y la de La Luna, aunque, según creemos, estas dos pirámides más bien tienen que ver con el Agua, la que creemos solar, y con la Estrella Polar, la que pensamos como lunar.

De tal forma, la hora de Teotihuacan es lo que todavía hoy se clasifica como período clásico de Mesoamérica. Período cuya mayor importancia quizá radica en la aparición de grandes ciudades como ésta y Monte Albán.

Tratar de interpretar la historia y sociocultura de Teotihuacan de acuerdo a los planteamientos científicos de la historiografía actual, nos lo complica todavía más el descuido de los primeros desenterradores y restauradores arqueológicos del sitio, nada preocupados por seguir con cuidado los rigurosos métodos de acción del conocimiento arqueológico moderno, que imponen mucha paciencia y prudencia. Por ejemplo, Leopoldo Batres, quien, a principios del siglo XX, trabajando para los caprichos mitológicos del dictador Porfirio Díaz, su pariente, dinamitó sin piedad una buena parte de lo que ahora conocemos como Pirámide del Sol. Edificio que este personaje reinventó por completo en cuanto a su estructura arquitectónica, de ahí su estructura irracional por incongruente respecto a los modelos, estilos y arquetipos de la gran arquitectura de Mesoamérica.

Hasta mediados del siglo pasado se realizaron trabajos con el debido rigor y sistema arqueológicos en el desenterramiento, conservación, restauración y reconstrucción del actual sitio arqueológico de Teotihuacan. Sin embargo, la información con auténtico valor historiográfico acerca de la civilización teotihuacana es muy poca, casi nada.

Tenemos que seguir con el discurso negativo. No hay forma, por ahora, de intentar una reconstrucción del horizonte de comprensión y sistema comunicativo donde fueron emitidos y recibidos los textos iconográficos que nosotras interpretamos en este artículo. Trabajamos nuestras interpretaciones desde el contexto mesoamericano y las confrontamos con la información que hemos obtenido a través de nuestras investigaciones sobre la civilización zapoteca clásica de la gran ciudad de Monte Albán y el valle central de Oaxaca que la contiene y rodea. Después de todo, en la gran Teotihuacan existió un barrio de gente zapoteca, claramente diferenciado del resto de la ciudad, y justo en la hora de mayor esplendor de ésta. Y son manifiestas las diversas relaciones materiales existentes entre ambas grandes ciudades del período clásico de Mesoamérica.

Sabemos que los teotihuacanos cada cierto tiempo tenían la costumbre de rellenar con tierras y piedra los edificios que habitaban, para construir sobre ellos nuevos edificios. De esa manera vivían materialmente sobre la presencia y fuerza de la memoria de sus antepasados. No tenían las tumbas de sus ancestros venerables bajo sus casas, como hicieron los zapotecas. Pero vivían sobre las casas de sus predecesores. Hacían nuevos edificios, con nuevos materiales, encima de los anteriores. A diferencia de la gente zapoteca, que utilizaba las mismas piedras para hacer nuevas construcciones.

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