GASTRONOMÍA HISTÓRICA DE MÉXICO

Friday, December 16, 2005

Y para cerrar, por ahora, nuestra indagación historiográfica por la cocina teotihuacana, comentaremos, ya muy brevemente, una imagen que consideramos de veras de gran interés filosófico sobre el sentido de la gastronomía…

Es una imagen fundamental para dar pleno sentido a la reflexión “teórica” sobre la ciencia y el arte de la cocina y las comidas. Es una imagen pictórica que se encuentra presente de muchas maneras en la pintura mural teotihuacana. La imagen de perfil de un personaje hierático o sacerdotal que, en medio de una procesión de iguales, al mismo tiempo eleva, como glifos de música, y hace caer como cascada semillas, flores y otros probables nutrimentos. El sacerdote que hace ocurrir la música de los alimentos terrestres, que dan la vida diaria. Un medio humano para hacer que la buena tierra dé sus nutrimentos a los seres humanos. Hacer que ocurra lo correcto.

La imagen pictórica de un deseo muy sagrado, el legítimo y profundo deseo de saber obtener y merecer los nutrimentos necesarios de cada día. Saber obtener y merecer lo suficiente, lo correcto, el ideal para vivir, seguir viviendo. Porque, con y sin dioses, saber dar de comer es algo de carácter divino, un trabajo sagrado, quizá lo más sagrado de verdad para los seres humanos. Hacer que esté aquí la comida. Una cosa que debemos pensar con cuidado, para comprender y ejercer mejor lo humano trascendente, la ciencia y el arte de comer: la gastronomía.

Y la imagen que incluimos de este personaje sagrado en este texto también proviene de los murales de Tepantitla, donde el sacerdote de que hablamos, con un tocado que representa al lagarto del principio del tiempo, avanza caminando o danzando por la pared en dirección al punto geográfico donde el sol asciende por la mañana, de modo que este personaje y la procesión donde se encuentra bendicen el calor supremo del sol, el calor que nos da la posibilidad de la vida a través de los alimentos. El calor que se enciende y apaga cada veinticuatro horas. La fuerza que da sentido al sueño de la montaña de agua en que se sumerge y nada feliz quien murió con dignidad, ya fuera en la guerra o durante el parto, para que, así, haya agua de vida, razón de vivir. Una verdad invariable, tener que comer para conservar la vida, desde antes de comenzar a ser humanos, lo mismo que tener que comer hasta que dejemos de ser humanos, tener que avanzar por el camino de las comidas, tener que poner en acción nuestra actual ciencia y arte de las cocinas. La sustancia existencial para descifrar el valor real de la historia humana y de la esencia de lo humano, que hasta aquí hemos tratado de expresar desde las posibilidades que nos dan los fragmentos del pasado de Teotihuacan.

[Una versión previa de este artículo apareció publicada en la Revista MEDIACIONES de los alumnos de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Año 3, número 9, Abril 2005: pp. 33-41.]

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